Integrado me hallo en el
Clan de los Madrileños, así que lo de andar corriendo y estar ocupado todo el día me pasa muy a menudo. Pero no me quejo.
Ojalá todos los fines de semana fueran como éste.Comenzó el
jueves, con un partido de
pádel. Para una correcta pronunciación de esta palabra, uno se debe introducir una patata en la boca y, aunque todos los que vivimos en el asentamiento de
Madrid digamos que es un actividad reservada a la tribu de los
Pijus Magnificus, aquí todos lo practicamos. Ningún madrileño lo reconocerá, pero es así.
Fue un partido agotador por dos motivos.
Uno, porque hubo que remontar un 5-0 hasta quedar 5-7 (
¡tomaaaa!). Y
dos, porque jugamos de 10 a 11:30 de la noche y luego tuve que llevar a mi
salvaje hermano a su
tipi, así que antes de las 12 y media no pude yacer con mi
salvaje esposa y descansar en nuestro confortable
tipi.
Al día siguiente,
San Viernes, tuve que amanecer pronto porque ya se sabe que, aunque uno tenga vacaciones, el
Homo Moderno del
Clan de los Madrileños no descansa
ni muerto. A las 11 de la mañana, después de una multitud de gestiones y habiendo corrido toda la mañana de un lugar a otro, quedamos con un amigo para enseñarle la
última exposición de dibujo de mi
salvaje (y
artística)
esposa, que aprovecho para publicitar aquí:

Cartel exposición "Tintaciones".
Le Salon D'apodaca, calle Apodaca, 1 (Madrid).
2006.
Corredor.
Cristina Monedero. 2006.
Schoolfish.
Cristina Monedero. 2006.Llegamos pronto al aparcamiento de la calle
Fuencarral, asumido ya como
segunda casa para nuestra
máquina de contaminar, y nos tocó esperar. Después de un rato de regocijante contemplación del arte de mi
salvaje esposa, de nuevo tuvimos ir corriendo a recoger a mi
salvaje madre para que los
hechiceros de la conocida
casa de curación Ruber de Madrid le hicieran un
TAC (desconozco por completo esta tecnología, utilizada por el Homo Moderno, así que no me preguntéis qué es). Allí nos tuvieron
esperando 2 horas y media.
Esperar y
hacer colas son deportes que se practican diariamente en el asentamiento de
Madrid. Para el
Clan de los Madrileños, unas veces se espera por
falta de puntualidad y otras por
exceso de ella, pero, invariablemente, hay que
hacer cola para todo en esta ciudad.
Pádel,
Ruber,... vaya, parece que la sombra del
Pijus Magnificus se cierne sobre mí.
Ya por la
tarde, otros amigos quisieron ver la exposición de mi
salvaje (y
artística)
esposa, pero no pudimos enseñársela ya que, después del
atasco de rigor, que pillamos volviendo de la
casa de curación Ruber, de terminar de comer a las 5 y media de la tarde, y de fregar a las 6 y media, nos tuvimos que preparar para otro evento, oncretamente a las 8 de la noche:
Amarilis, una muy querida y
salvaje amiga, conocida artísticamente como
Mapi, inauguraba su
exposición en la librería Diálogo, hermosa librería que, según nos desvelaron sus actuales dueños, fue diseñada hace 30 años por el famoso arquitecto
Rafael Moneo y que, curiosamente, es una maravilla de diseño.
Champán y
bolitas de chocolate y coco rallado adornaron los coloridos cuadros de
Mapi.
Pádel,
Ruber,
champán y bolitas de chocolate y coco rallado,... uf, parece que el hálito del
Pijus Magnificus empiezan a arraigar en mi alma.
El
sábado, un poco de descanso haciendo la colada, con la
máquina que lava. La comida,
ligera. De primero: morada lombarda con pasas, piñones y tacos de jamón ibérico. Y de segundo: hamburguesas a la plancha. Por la
tarde, reunión con la
tribu de mi colegio, en un barrio periférico de
Madrid:
Las Matas.
Pádel, merienda con quesos variados, “
saladitos” de
Pastelerías Mallorca y, de postre, trufas de
Migueláñez (las mejores del mundo). Hala, y a dormir pronto, que mi
salvaje esposa tiene metido el
mal espíritu de la
gripe y tiene que descansar mucho, dado
su estado de buena esperanza.
Pádel,
Ruber,
champán y
bolitas de chocolate y coco rallado,
Las Matas,
más pádel, “
saladitos” de las
Pastelerías Mallorca,... ¿Seré yo uno de los auténticos
Pijus Magnificus?
Al fin llegó el
domingo. Toda la mañana limpiando y recogiendo el
tipi, que falta le hacía. Y, por la
tarde, terminar de escribir el
cuento infantil de
Joaquín Ackicklepui Kacapuet, reflejo de
El Buen Salvaje en papel. Un buen día de descanso el día del Señor.
Ojalá todos los fines de semana fueran como éste.