jueves, 9 de agosto de 2007

Que irresponsable soy














Y la campaña de criminalización del ciudadano continúa con más fuerza que nunca.

Precisamente yo, El Buen Salvaje, que recicla su basura y compra artículos reciclables, que pone bombillas de bajo consumo, que compra sólo electrodomésticos de calificación energética "A" y que se aguanta algún pedo que otro (por aquello de que el metano daña la capa de ozono), precisamente yo, decía, iba pensando esta mañana que la culpa del cambio climático es mía.

Pensaba esto mientras se colaba por mi garganta un humo medio-sólido, y de lo más negruzco, que salía del tubo de escape de un autobús de la EMT (Empresa Municipal de Transportes), unido a otros vapores (estos ya negros del todo) proveniente de un camión de la cadena de pastelerías Mallorca, y que, curiosamente, tenía una pegatina de la ITV asegurando su sano estado hasta el 2009.

Claro, como soy yo el que tiene la patente de los coches eléctricos y no quiero que nadie los construya...

También pensé en mi gran culpa (mientras tosía y me entraba asma) antes de entrar en la oficina donde trabajo, porque permití que un chorro de aire caliente que salía de uno de los extractores del aire acondicionado me diera en toda la cara.

Ya en mi puesto de trabajo, el mismo aire acondicionado que me ha abochornado fuera del edificio, golpea mi termostato interno a unos 20º, bajando en 10º la diferencia termal entre el interior y el exterior, degradando así el medio ambiente.

Luego me ha dado por pensar que qué capullo (con perdón) es El Buen Salvaje, y todos los que trabajan con él, porque le doy al grifo del agua del baño y el chorro sigue saliendo un rato, sin que yo pueda pararlo, aún cuando ya he terminado de lavarme las manos ¡qué despilfarrador soy! (Ahora que lo pienso, que culpable soy por lavarme las manos, ¡que derroche de agua!).

Más tarde, viendo las noticias en televisión, me entero de que ha habido un derrame de petróleo que ha dañado irreparablemente la costa y resulta que la culpa es mía, que dejo que fabriquen petroleros de papel cebolla, como decía el gran Forges.

Cuando veo a mi salvaje esposa, le echo la bronca (¡faltaría más!) por dejar que le hagan radiografías que llenan de radioactividad el medio ambiente y que pueden provocar una lluvia ácida mortal, y ecografías con ultrasonidos que hacen que las ballenas se desorienten y acaben varadas en una playa de Terranova.

Sobre todo, me doy cuenta de que pago impuestos a un gobierno para que compre cuotas de emisión de gases contaminantes a países, que sí son responsables con el medio ambiente, que no han llegado al mínimo de contaminación y le venden el margen al mejor postor. Culpable de tener un gobierno que no toma decisiones arriesgadas, como otros mucho más valientes y comprometidos.

¿Seré tonto? ¿por qué pagaré impuestos para acelerar el cambio climático?

En fin, que cuando me voy a la cama, le pido perdón a Dios por hacer caso a los medios de comunicación que nos toca sufrir, que todavía tienen los huevos de insistir en que la culpa del cambio climático es mía.

Lo que tiene delito es escribir noticias borracho perdido.

Y también tengo la culpa de la tuberculosis, por automedicarme...

Y la culpa de la extinción del delfín baiji, que vivía en el río Yang-Tse, en China...

Y ya que estamos, los incendios también son culpa mía, no de los pirómanos o de las inmobiliarias...

Y la culpa de la extinción de las cebras y las jirafas en Madrid...

Bueno, dejaré que el más salvaje de los salvajes hable por mí: