lunes, 21 de marzo de 2011

Caída y resurrección

Y traspasé el Umbral, embriagado por el falso aroma a felicidad que despedía el interior. En el mismo momento en que puse un pie dentro, la Armadura se desprendió de mi cuerpo, dejándome desnudo ante la Horrible Máscara. Me ofreció placer y yo me dejé engañar. Embriagado por la promesa de amor (un amor también falso), entregué mi alma a aquellos ojos fascinantes y terribles, pero sólo obtuve de ellos remordimiento.

Cuando la Horrible Máscara dejó de liberar mis instintos y dejó que mi conciencia tomara de nuevo el control, me di cuenta del terrible pecado que había cometido, renunciando a todo lo que prometí que nunca renunciaría.

Entonces fui consciente de que la Horrible Máscara no era más que un reflejo atormentado, vacío, triste y horrible de mi mismo, erigido a base de mi propio egoísmo, pereza, conformismo, engaño, mentira y continuo alejamiento del mundo. Hasta tal punto me había dejado llevar por todas estas mareas, que no me reconocí en un primer momento.

Así que, derrotado una vez más por mis propias debilidades, recogí mi Armadura, oxidada por el contacto de aquel perfume ahora ponzoñoso. Antes liviana y suave, se había vuelto pesada y rugosa. Me la puse quejándome de su aspereza pero aceptando el dolor que me producía su contacto en mi piel como un suerte de penitencia. Mi armadura bruñida, brillante y dura había quedado oxidada, herrumbrosa y quebradiza.

Traspasé de nuevo el Umbral en dirección opuesta, a la libertad y a la luz, creyendo que mi aspecto decadente llamaría poderosamente la atención en el mundo real. No fue así y eso me infundió ánimos. Recordé las palabras que una vez me dedicó un gran consejero: “que tus debilidades no te desanimen”.

Por eso no voy a dejar de luchar. Volveré a bruñir mi armadura poco a poco y, aunque no consiga que sea la misma de antes, prometo hacer todo lo posible para que la Luz vuelva a reflejarse en ella. Necesitaré ayuda para levantarme pero de este modo, con fortaleza y esfuerzo, jamás volveré a asomarme al precipicio del Umbral ni a dejarme tentar de nuevo por la Horrible Máscara.

lunes, 14 de marzo de 2011

Somos seres oscuros. Con oscuras pasiones, con oscuros deseos. Incapaces de de mentir, no decimos toda la verdad sobre nuestros deseos. Ocultamos nuestras verdaderas almas a quien mas queremos y luego nos quejamos de incomunicación.
No somos mas que islas en un mar de nostalgia e incomprensión.
Prueba a conocernos. Acabaras por amarnos.

jueves, 10 de marzo de 2011

La pedorreta


Cuando a mi hija de 2 años le ordeno recoger los juguetes después de distribuirlos por toda la casa, no le gusta y me contesta con una pedorreta bucal, a modo de protesta.


Cuando le regaño por emular a Miguel Ángel, pintando en las paredes (mi pobre e impúber artista) y no en un lienzo como Van Gogh, protesta airadamente con otra magnífica pedorreta.

Cuando lleva mucho tiempo en el coche y se cansa de estar sentada sin hacer nada, me ofrece otra de sus maravillosas y significativas pedorretas.


Qué grandes son los bebés y los niños pequeños. Con algunas de sus actitudes nos enseñan que, a veces, saber hablar no significa comunicarse mejor.


Ahora ya he aprendido la lección que me imparte mi hija cada día...


Cada vez que veo a Leire Pajín (hueca por dentro, repintada por fuera) diciendo estupideces sobre la paridad en las empresas o a ZP soltando un discurso pomposo y vacío, descargando su mirada de suficiencia a “su” público; cuando veo algún anuncio de Movi$tar “regalándome” una tarifa que todos sabemos que es igualmente cara (seguramente más, si te descuidas); cuando mi empresa me dice que “este años tampoco ha podido ser, la coyuntura económica no lo permite y bla, bla, bla”; cuando oigo a alguno de los vagos ilustres de la patulea sindicalista hablar de jóvenes y “jóvenas”; o, en fin, a cualquier otro idiota surcando orgulloso nuestros mares políticos con las velas hinchadas de estupidez, suelto una sonora pedorreta y me quedo tan pancho.


Porque, a veces, saber hablar no significa comunicarse mejor.

viernes, 4 de marzo de 2011

Políticos: ¿nos hacen la vida más fácil?


A la democracia española (y al pueblo español en general) no le sirve de nada haber aguantado una transición difícil, un golpe de estado, a los asesinos de ETA matando a destajo, miles de casos de corrupción destapados, los sacrificios hechos para la entrada en la Unión Europea, etc… si ahora resulta que todo esto no ha servido para estar mejor o, por lo menos, para que en los programas electorales se añada un párrafo en el que los partidos políticos (tus representantes) se comprometan a hacernos la vida más fácil, sean del color que sean.

¿Realmente estamos mejor que antes?

¿Es más fácil el acceso al trabajo, a la vivienda, a la educación, a la cultura, a la sanidad? ¿Tengo un trabajo mejor en el que puedo progresar? ¿la vivienda es más accesible y mejor que antes? ¿Resulta la educación más barata y de mejor calidad? ¿Se ha hecho algo para que el ciudadano sea más consciente del arte, literatura, tradiciones y costumbres españolas? ¿Tengo a mi disposición rápida y eficazmente a los mejores médicos?

¿Realmente nuestros “dirigentes” se fijaron estos objetivos cuando firmaron la Constitución Española de 1978?

Quiero pensar que sí pero OBJETIVAMENTE ninguno de estos puntos ha mejorado.

No es que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, es que hemos retrocedido hasta esos tiempos en los que no disponíamos de los recursos necesarios para afrontar las necesidades actuales. Sobre todo, faltan líderes capaces de levantar la situación actual.

Por eso pienso que hay que hacerse esta pregunta varias veces al día, para que no se nos olvide, hasta la hora de ir a votar en las próximas elecciones: ¿mi vida es más fácil o es más complicada?