martes, 31 de julio de 2007

Fragmentos rotos de una luz interior

Toda la poderosa rutina de la que es capaz el banco en el que trabaja El Buen Salvaje me ha golpeado de lleno, en plena línea de flotación, al volver de dos maravillosas semanas de vacaciones.

Todo proyecto hay que terminarlo el mismo lunes que vuelves... El café sabe igual de mal y siempre se toma a las 9 de la mañana (pobre de ti si te adelantas un poco a esa hora ¡menudo suicidio sociolaboral!)... Los mismos comentarios de siempre (¿Qué tal las vacaciones? - Cortas...).

Vamos, que he vuelto a para revivir una y otra vez el Día de la Marmota.

Haz lo que yo diga y no lo que yo haga

Con lo bien que hemos estado El Buen Salvaje y su salvaje esposa en Boltaña (Huesca), disfrutando de una Naturaleza sin prisas, sin atascos, sin polución, sin nervios, en ese espacio luminoso, infinitamente verde, fértil y exuberante. La luz de la mañana en plena montaña es muy diferente.

Cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba y el tonto sigue...

Y nada mejor que pillarse un buen catarro la misma semana de la vuelta al cole. Estoy convencido que la bajada de defensas que propició la invasión de mi cuerpo por huestes y huestes de microbios fue debida a la depresión del regreso. Seguro.
¡Arriba ese ánimo! por muy mal que vayan las cosas, siempre podría ser peor. Y en el caso de que ya estés en lo peor... ¡sólo puedes ir a mejor!

Menos mal que el fin de semana El Buen Salvaje disfrutó en Madrid del Summercase. Lleno de mocos y con las fuerzas justas, acudí muy contento y animado. Tardaré mucho tiempo en olvidar la mágnifica sensación que me ha dejado el primer macrofestival al que he ido en toda mi vida. Me sentó como si me bebiera una vaso de agua helada observando el cráter de un volcán.

La felicidad de uno mismo empieza por la de los demás

Como regalo de vuelta a la rutina semanal, y como colofón a dos semanas nefastas (exceptuando el festival de música) a mi salvaje padre le han operado, por tercera vez, de un cáncer en la vejiga que no acaba de despegarse.

Todo parecía que había salido bien: dos días en el hospital y a casita.

Pero no, nos dicen que hay que darle una sesión diaria de radioterapia, de lunes a viernes, combinada con una sesión de quimioterapia a la semana, durante dos meses. Justo los meses de vacaciones, agosto y septiembre, nada más y nada menos. Justo los meses en los en que mi salvaje esposa puede dar a luz. Preveo un terremoto afectivo...

Todo el mundo sabe que lo urgente no quita lo importante. Lo difícil es saber qué es “lo urgente” y qué es “lo importante”.

Ese espejo en el que me miré en los Pirineos, en el que comprendí cómo debería ser realmente la existencia, se ha roto en mil pedazos. Y, con él, se ha disipado la luz que iluminó mi alma durante esas dos maravillosas semanas.

¿Conocéis esa sensación, que se tiene a veces, de estar dejando que pase la vida sin hacer nada útil? Pues yo tengo esa sensación desde que he vuelto.

Me ha atrapado la rutina, tela de araña irrompible que teje el Homo Moderno en las ciudades. Y tengo el convencimiento de que ya no puedo huir de su mediocridad.

El espíritu de El Buen Salvaje está a punto de ser devorado.