jueves, 28 de diciembre de 2006

Los presentimientos y el esfuerzo

Creí que era una premonición.

Volvíamos del aeropuerto, de un viaje de aniversario en tierras mallorquinas, y el chamán que ganó el concurso del año pasado estaba sentado en el mismo vagón de metro que nosotros, frente a mí, respirando el mismo aire, moviendo nerviosamente sus pequeños ojos, dando la sensación de que se encontraba incómodo.

En mi egocentrismo, inmediatamente pensé que me había presentido, que le inquietaba la presencia de su heredero (yo). Me dio miedo (y vergüenza) hacerle una foto, no fuera que se molestara y se perdiera ese sortilegio triunfador del que era beneficiario.

Como digo, creí que era una señal inequívoca. En la pradera no creemos en las casualidades. “Ahora si que sí. Este año gano yo, seguro”, pensé, y se lo conté por lo bajito a mi mujer que, sentada a mi lado, se esforzaba por escucharme: “¿Dónde? ¿Quién? Sí, ya le veo... ¿y quién dices que es ese? Pues la verdad es que no tengo ni idea de quién es”.

Es difícil explicar una visión a quién no la tiene al mismo tiempo. Y además, ella no le conoce, no ha oído hablar de él ni le ha leído nunca. Una pena. Es un poco guarrete y nunca se lo recomendaría, la verdad, porque es una salvaje muy buena y sensible, pero a mi me parece que tiene talento escribiendo, con un estilo directo y sencillo, a pesar de alguna que otra temática excesivamente íntima. A veces tiene una visión salvajemente interesante de la vida.

Yo ya tenía pensado presentarme al concurso como terapia para enfrentarme a la demencia, a la mediocridad y al anonimato que me corroen. El Buen Salvaje no esta contento trabajando en las absurdas tareas creadas por el Homo Moderno para mantener su jungla de asfalto.

Curiosamente, también tengo los mismos objetivos que tenía aquel aprendiz, ahora actual campeón y columnista del diario gratuito 20 minutos.

Pero ahora mi gozo está en el fondo de un pozo. Hace poco, releyendo las bases del concurso, me enteré de que, para poder optar a los premios, hay que haber publicado durante todo el año 2006.

En la literatura y el periodismo es necesario tiempo y esfuerzo”, me regaña mi mujer, un poco molesta, porque sabe como soy y de qué pezuña cojeo (Pero con cariño, porque también sabe lo que me hubiera gustado participar y, sobre todo, ganar).

Y es que este año he estado correteando libremente por los bosques y me he olvidado de contar mis experiencias aquí. Pero, por otro lado, he reunido un buen puñado de historias que relatar y así lo haré. Tal vez el año que viene sea el año en que esta premonición tome cuerpo.

Hay que ser un poco demente para seguir escribiendo sin esperar nada a cambio, un poco mediocre para poder superarse diariamente y un personaje anónimo para poder observar todo sin ser descubierto. Y voy a continuar desarrollando esta demencia literaria que me hierve dentro, canalizándola y depurándola, para presentarla de manera útil, inofensiva y objetiva.

Y continuaré, sí. Fastidiado por haber perdido esta oportunidad mágica, pero continuaré.

Y yo que pretendía comenzar una nueva vida. Pues va a ser otra cosa y eso. ¿Será verdad aquello de que "la suerte favorece a las mentes preparadas"?