jueves, 25 de octubre de 2007

La prueba del rey (4º FRAGMENTO)

Me doy la vuelta despacio mientras una ensordecedora algarabía pone el broche final a mi discurso. Me acerco a la puerta que uno de los sacerdotes me indica con el brazo. La entrada al templete que me señala presenta un claroscuro que no deja entrever nada del interior. No sé lo que me espera pero pongo un pié dentro del templete con firmeza y entrego mi cuerpo a la oscuridad de sus entrañas.

De pronto, nada escucho. Todos han callado repentinamente, probablemente motivados por una señal de los sacerdotes, como manda la tradición y el rito: una vez traspasado el umbral de la entrada, el rey debe enfrentarse completamente sólo a la prueba, sin siquiera un atisbo de aliento de los suyos.

Sigo avanzando a ciegas, intentando acostumbrarme a la oscuridad, para poder controlar mi inquietud. Tengo los músculos tan tensos que hasta un jaguar, que en este instante saltara sobre mí, seguramente rebotaría.

De repente, no siento el suelo bajo mis pies. Una sensación de vértigo se apodera de mí y noto que caigo irremediablemente. El agujero por el que he sucumbido se abre y una luz de antorchas me descubre una inmensa estancia abovedada.

Todo ha sido muy rápido pero, antes de que mi cuerpo impacte contra al suelo, me da tiempo a maldecir mi torpeza, imaginándome ya las fauces abiertas de AH PUCH, esperando devorarme ávidamente, sin haber sido digno de gobernar, ni un solo día, a mi pueblo.

Inesperadamente, el suelo frena mi caída con viscosidad. Aunque atontado por el golpe, me doy cuenta de que mi cuerpo se ha quedado clavado en un barro fangoso y frío, que me rodea completamente.

Parece que AH PUCH tendrá que cerrar sus mandíbulas y esperar un poco más todavía antes de deleitarse con mi carne muerta...

No hay comentarios: