miércoles, 14 de febrero de 2007

Las "buenas" intenciones

"¿Qué hace el sol debajo de los edificios?"
2006.








Se ha producido un cambio significativo en la forma de gobierno del Homo Progresista.

Parece que varios líderes del asentamiento español han decidido que, si la democracia es la "forma de gobierno en la que predomina el pueblo en el gobierno de un estado", su forma de gobernar va a ser exactamente la contraria: la oligarquía o aristocracia, que es el gobierno de unos pocos privilegiados.

Para conseguir esto, llevan tiempo utilizando las normas perversas, denominadas así por la doctrina jurídica, y que se definen como aquellas normas "generalmente incumplidas y generalmente inaplicadas, y que eventualmente se aplican". El concepto se explica de una manera más clara y extensa aquí por un abogado, como tiene que ser.

Así, el Homo Progresista ha hecho suya la táctica que sigue el Embusteris Politicus en Venezuela, y que lleva mucho tiempo utilizando el famoso refrán, aunque modificado: oídos necios a palabras sordas. Es decir, no hacer ni puñetero caso de las manifestaciones, reivindicaciones y peticiones de los ciudadanos, una vez elegidos democráticamente.

Parafraseando al Dios Único (y esperando no ofenderle) parece que sólo de la palabra que sale de la boca del Homo Progresista viva el hombre.

A pagar por aparcar en la calle y punto.
A negociar con terroristas y se acabó.
A pagar un cánon por copia privada y chitón.
A acatar los estatutos de autonomía y a callar.

Y el que no esté de acuerdo con lo que dicta la nueva aristocracia española se convierte automáticamente en un manipulador, un apestoso, un insolidario, un ultra y un fascista, y su palabra emponzoña todo oído que toca.

Las consecuencias de la aplicación de estas normas perversas no se hacen esperar. El ciudadano, desgastado, abandona su derecho a ejercer la democracia, derecho que no termina cuando se vota en las elecciones.

A no ser que el ciudadano se queje, vigile a las personas en las que ha delegado el gobierno de la nación y les exija que le sirvan hasta el final de su mandato, sin anteponer al bien común convicciones personales ni ingenuamente pensadas utopías, esta aristocracia conseguirá el tipo de gobierno con el que siempre han soñado los más radicales y los más ambiciosos de entre todos los maquiavelos de la historia: una oligarquía disfrazada de democracia.

2 comentarios:

Lynnsinhill dijo...

Uff, te vuelves un peligro para los políticos con tu pluma...

... dijo...

ja ja ja
esperemos que no tenga tanta "pluma" como para abandonar a mi mujer...

Lynn, cada día escribes mejor, maja.