miércoles, 22 de febrero de 2006

Contradicciones del mundo civilizado (I)

El derecho a la libertad de expresión, uno de los derechos fundamentales del Hombre, no parece tener, para la raza del Homo Moderno occidental, el sentido que le otorga el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), suscrita por casi toda la tribu, incluso por el clan español mediante el Título I, artículo 10, apartado 2 de su Constitución.

Se publican las famosas viñetas de Mahoma y se monta la de Alá entre la raza del Homo Moderno oriental. Los pecadores en cuestión piden perdón en repetidas ocasiones por la ofensa. Aún así, la mayoría de la raza del Homo Periodista llama a la defensa a ultranza de la libertad de expresión, como valor absoluto de su cultura, por encima de la educación, el respeto, la tradición y las costumbres religiosas.

Envalentonados por el tirón popular del tema, la subraza del Homo Progresista, fundamentalmente asentada en territorio español, se dedica a ayudar, con subvenciones, al estreno de obras de teatro de guión ofensivo contra la religión y sus instituciones (La revelación, de Leo Bassi) o de título blasfemo (Me cago en D...). También adoctrina en televisión acerca del fascinante mundo de “cómo cocinar un crucifijo” (Javier Krahe en el programa lo + plus) y una muñeca Nancy crucificada aparece en las ceremonias anuales de exaltación homosexual, encabezadas por alguno de sus representantes parlamentarios. Todos se vuelven a atrincherar en la libertad de expresión, a pesar de que esto suponga un monumental insulto a otro derecho fundamental: la libertad religiosa (artículo 18 de la DUDH). Alguna demanda cae por algún lado, pero es menospreciada.

Arturo Pérez Reverte, uno de los hechiceros de la subraza del Homo Progresista, aprovechando toda la movida, como siempre, se despacha a gusto en este artículo claramente racista, en el que insulta a discreción y se enorgullece de pertenecer a una sociedad en la que se puedan decir blasfemias sin que pase nada, a no ser que los jueces digan lo contrario.

La Asociación de Internautas, perteneciente a la raza del Homo Internetis, ha sido condenada al pago de una compensación de 36.000 euros, más de las costas del proceso judicial, por daños y perjuicios a la SGAE (Homo Amicus Ajenis) debido al ataque al honor (forma moderna de decir “insulto”) sufrido por el alojamiento, que ni siquiera por la autoría, de la página web llamada
>www.putasgae.com
(actualmente inhabilitada), aludiendo que su contenido “no es explicativo, sino injurioso o vejatorio”. A pesar de que estar ejerciendo activamente su derecho a libertad de expresión, exactamente igual que el Homo Periodista y que la subraza del Homo Progresista, nadie ha salido en defensa de la condenada asociación.

El Buen Salvaje, después de comprobar la desigual e incoherente defensa de la libertad de expresión que tiene el Homo Moderno occidental, se encuentra absolutamente perdido acerca de qué o quién garantiza que el respeto a los derechos humanos: la violencia intimidatoria, el sentido común de un juez o el dinero.

1 comentario:

chinasky dijo...

Muy buen artículo blogger. A mí sinceramente la raza del homo progresistus o no sé cómo la denominas me parece rodícula y carente de rigor, así que me parece excelente que incluyas a Pérez Reverte entre uno de sus máximos exponentes pues me parece un tipo ridículo y carente de rigor. Ahora resulta que el tío es un islamólogo, pues nada, al programa de MAria Teresa Campos a contar chorradas acerca de cualquier cosa que os lo que más se place en hacer, cual hiena devora carroña, esta raza de resentidos ignorantes.
Afortunadamente percibo que cada vez menos gente se hace eco de las patrañas de estos intelectuales de pacotilla. Si tuvieran un poco de serenidad, de alegría y de rigor estos patanes ilustrados no tardarían en admirarse de lo ridículo que resulta hablar de libertades emanadas de un Estado que emplea como líneas definitorias de su orden y equilibrio la violencia policial y la elusión de la dialéctica social, es decir, el expulsar fuera de su ámbito de estructuración jurídica y política la constitución material de la sociedad: el trabajo y los trabajadores.
Compadezo, porque la compasión me parece una pasión deplorable, a estas lagartijillas del saber. Podrían dedicarse a lo que mejor saben hacer, escribir literatura barata para que les lean los aburridos de turno, porque yo desde leugo me entretengo más leyendo a Spinoza.