Dichos avances se pueden sintetizar (mucho) con su famoso “dilema del prisionero”, que me ha hecho recordar una cosa importante de
Dos presuntos asaltadores de diligencias son detenidos por el sheriff. Les dicen (por separado) que si uno confiesa y el otro no, el que cante saldrá libre y el que niegue los cargos pasará a la sombra 10 años.
Si los dos confiesan, les caerán 6 años por barba.
Y, por último, si ninguno de los dos se delata, sólo podrán condenarlos a 6 meses de trabajos forzados por un delito menor.
Vosotros, ¿qué haríais?
2) En caso de que los dos se declararan culpables, ¿por qué sólo les condenan a seis meses, si los dos han cometido el delito? Es bastante injusto ¿no?
Pero bueno, esta historia, enunciada mediante fórmulas matemáticas y esas cosas, cuadra a la perfección (como en el famoso e interesante caso de mecánica cuántica llamado “El gato de Schrödinger”), y de esta manera, simplificado con palabras, tiene muchas lagunas.
Así que atengámonos al ejemplo y dejémos las monsergas para otra ocasión.
Es mejor buscar el bien común que el beneficio propio, vamos.
He puesto en práctica muchas veces este dilema sin proponérmelo, y la mayoría de ellas he conseguido beneficiar a muchas partes. Varias decepciones me he llevado e Incluso algunas veces he fracasado estrepitosamente, pero os puedo asegurar que la satisfacción personal es mucho más grande cuando uno busca el bien común que cuando intenta buscar el máximo beneficio personal.